Y el privilegio de tener libertad de acción, me permitió abordar una temática que me había interesado desde hace años y cuya intención era antigua en mí: los estados de ánimo en el mundo laboral, el juegos de las emociones individuales y colectivas,
el mundo de los demás (como el verso del poema
El mundo es como aparece, de
Miguel Hernández), la capacidad de tolerar las presiones y frustraciones que sorportamos en el trabajo, el reto de saber trabajar en equipo o de ser jefe o mando intermedio y promover una emocionalidad adecuada en los centros de trabajo que facilite también desarrollar los retos profesionales. La tarea era complicada, no siendo yo un experto, sino un gran curioso de estos asuntos y seguidor de personalidades como la de
Daniel Goleman, Luis Huete, Eduard Punset, Sheldon, Pilar Jericó, José Antonio Marina, Freud (y su Psicología de Masas y Análsis de Yo; editado por Alianza en una edición muy antigua que consevaba desde el Instituto);
Cubeiro, Jovell (y su fenomenal libro
Liderazgo Afectivo);
Poscente (y sus reflexiones sobre
La Era de la Velocidad), y... tantos otros profesores que con sus análisis y estudios me han permitido comprender mejor cómo actuar en este entorno laboral tan dinámico y complejo como es el actual, y en el que es muy importante saber cómo gestionar las emociones de grupo.
El mundo de los demás y el que configuramos entre todos.Quienes me conocen en el ámbito profesional, a menudo me definen como una persona muy emocional en el modo de abordar las cuestiones profesionales y sus objetivos (la relación con compañeros, clientes, proveedores, colaboradores...); lo que me permite establecer un vínculo emocional adecuado que, sin duda, fortalece el medio en el que se han de suceder los problemas y dificultades, los logros y los buenos momentos, como medio de perseguir y acentuar los resultados, y que especialmente, permite relaciones duraderas, estables, y que facilita a todas las partes tener una idea certera sobre todos los implicados: de los demás, de mí mismo, y las organizaciones en las que cada uno trabaja. Y si creo mucho en este método es porque me hace más feliz.
Y en todo este empeño, una de las primeras claves es el lenguaje. Y mi especial preocupación por esa otra variante actual que nos ha llevado a conversar por email continuamente, e incluso, con las personas de las que solo nos deparan escasos metros; relegando en muchas ocasiones (por la rápidez con la que actuamos) el habla... Muy conciencidado (desde siempre) por esa cualidad de seres sociales que nos define y que tiene en el lenguaje a uno de los ejes principales de nuestra convivencia. De tal forma que existe una relación absoluta entre ser competente conversando y ser eficiente para las organizaciones en las que ejercemos profesionalmente. O al menos así yo creo yo. Se trata de redactar y no transcribir pensamientos, de escribir con orden, de saber reclamar de forma productiva ofreciendo alternativas y soluciones, y no solamente quejas; etcétera. Porque el lenguaje que usamos nos define tanto individualmente como de forma colectiva; y en el mundo de las emociones y los sentimientos la proyección de una forma correcta de ser, sentir, pensar y actuar; nos permite crear mejores ámbitos de convivencia en el mundo laboral. El mundo es también según como se expresa.
Nada más llegar al hotel,
me alegró (y me tranquilizó) comprobar en el programa y al curiosear por las comunicaciones (en formato póster) que distintos congresistas publicaban en los paneles, cómo también estos profesionales del Sistema Sanitario mostraban especial preocupación por estas materias:
·Apliacación de la Inteligencia Emocional a la gestión de las emociones durante la realización del trabajo laboral en la secretaría de servicio de un centro hospitalarios. Realizado por E. Lacal; L. Pérez, y, M. Espinosa.
La felicidad en el puesto de trabajo. Realizado por G. Laguna; O. Ten; M. Sánchez; N.Ferré; y M.T. Roch.
·Comunicación Eficaz. Realizado por Meliz Sara.
Y otros trabajos y análisis que puede leer y escuchar antes y tras mi intervención. Era la primera vez que intervenía profesionalmente ante un auditorio no del sector turístico y la ocasión me permitió verificar la importancia de la emocionalidad de los ámbitos en los que trabajamos como un recurso más del que disponemos para el desarrollo de los ncesarios resultados, y las dificultades que plantea y sobre las que traté de arrojar un poco de luz. En plena era digital, el factor humano sigue siendo el principal motor. La presidenta de la asociación, Mercé Margalef, muy atenta a mi persona, corroboró al finalizar, la utilidad de esta ponencia para las asistentes (mayoritariamente formado por mujeres) por el tipo de organziaciones (hospitales, centros de salud, etc.) en las que ejercen su labor profesional cada día.
Si hubiera algún lector, mi agradecimiento por su tiempo.
VALE. David Cáceres.
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