Me refería Mario Martini, Consejero Delegado de Ibercruceros, que la inauguración de un buque de cruceros es siempre un momento muy emotivo; lo que así afirmado por quien probabablemente ha asistido a la votadura de los cruceros más grandiosos en su larga trayectoria profesional en COSTA Cruceros, es además de una frase, toda una forma de definir cuanto encierra la puesta en marcha de un buque de cruceros: las miles de historias personales que protagonizarán sus huéspedes, al amparo de una organización del Capitán abajo cuyo engranaje es toda una hazaña...; la oportunidad para los profesionales de vender felicidad.
Iberocruceros inauguraba el domingo 16 de mayo en el Puerto de Barcelona, el nuevo buque Grand Holiday, con una ceremonia sencilla, pero completa, en la que además de cumplir con los actos ceremoniales de la gran ocasión, permitió que un nutrido grupo de profesionales del sector pudiéramos sentir la conexión entre las empresas de Carnival Corporation: IBEROcruceros y COSTA, competidoras en el mercado; y, probablemente, destinadas a conformar la oferta más completa en cruceros para el mercado ibérico e ideada para cubrir todos los segmentos de viajeros.
Y entre los invitados me alegró compartir algunos momentos con uno de los profesionales del sector de quien más he aprendido durante todos estos años sobre el mundo de los buques: Luis Grau, ahora presidente ejecutivo de la compañía para España, pero durante muchísimos años director general de COSTA cruceros en la península, y uno de los principales promotores de "enseñarnos a los agentes cómo vender un crucero" cuando la moda actual por este tipo de viajes tan completos, era sencillamente una utopía. Han pasado casi veinte años.
Durante la cena de inauguración, acompañados por compañeros de Viajes Salvatur de Villena, de Viajes Gandia Travel, de Viajes Equs de Castellón, y, por el jefe de ventas de Iberocruceros, Pedro Costa; nuestra mesa fue servida por un atentísimo carmarero que de forma magistral no solo se presentó, sino que amenizó la introducción a cada plato (hasta seis) mostrando esa vocación de felicidad que subyace en los cruceros con un alto esmero en el servicio al huésped. Seguramente ni sabía que su mesa era la de Pedro Costa, un ejecutivo de la compañía. Recuerdo que en una de sus charlas, el profesor Doménec Biosca, le preguntó a una de las azafatas presentes en la sala de conferencias sobre ¿quién le pagaba su sueldo todos los meses? Y ella, sin pensarlo dos veces, dijo: Mi jefe. Pues no, replicó Biosca. El sueldo nos lo pagan los clientes.
Si hubiera algún lector, mi agradecimiento por su tiempo.
VALE. David Cáceres
VALE. David Cáceres
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